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El público reconoce efusivamente a Guillermo Martínez su apasionada entregaPublicado por Redacción el 15/2/2010![]()
El joven artista de Jalisco, Guillermo Martínez, compareció esta tarde en la hermosa plaza de Autlán de la Grana, Jalisco, ante un llenazo a reventar, en el serial organizado por el empresario Pedro Haces, mejor conocido como Don Bull.
Aquí, Guillermo, enfrentó un lote por demás complicado, toros bien presentados que procedieron de la ganadería de Jorge Hernández Andrés, pero que lastimosamente han mostrado exasperante mansedumbre. A su primero supo entenderlo y encelarlo, para obligarlo a embestir, ya que fue reticente desde su salida intentando huir al principio. Así apoyado en su técnica, en la serena inteligencia, intensa sensibilidad, y el arte que le atesora, le fue extrayendo series con la mano diestra tan lentas como impresionantes, por la estética de los efímeros momentos escultóricos, que fueron un gozo para el espíritu de los diletantes taurinos. La parte del climax apareció cuando se sucedieron dos series por el lado natural, de una profundidad avasalladora, de una lentitud inimaginable, y de una largueza que fue el prodigio de haber logrado una embestida que parecía no iba a ocurrir y traducirla en ritmo y armonía; como hubiera expresado el inolvidable maestro Pepe Alameda, han sido natural en lo sustantivo y natural en lo adjetivo, consiguiendo ¡olés!, que cimbraron el coso autlense. Después de un pinchazo en lo alto, dejó un estoconazo que envió sin puntilla al ejemplar con el cachetero, la gente solicitó su presencia en el tercio, invitándolo algunos a dar vuelta al redondel, no obstante, Guillermo sólo agradeció la ovación en el tercio, e inmediatamente su ética, le obligó a ingresar al callejón. Su segundo resultó un auténtico marrajo, que le buscaba herirle las piernas, incluso hasta pareció por momentos como si hubiera estado toreado, y sin embargo esto no arredró al torero de Jalisco, por el contrario, se encastó, y extrajo pocos pero importantes pases que hicieron notar la férrea determinación de Guillermo. En la suerte suprema Guillermo tuvo que entregarse, ya que, como hemos explicado, el astado se negaba a embestir, y dejó un espadazo que no hizo mella, teniendo que descabellar, y así dar punto final a su participación. La gente entendió el notable esfuerzo, y se escuchó entonces una gran ovación de reconocimiento, por lo escrito en el redondel autlense.
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