Una despedida muy a lo que son nuestras raíces se le ha brindado al diestro valenciano en su última corrida; en respuesta, Dos Orejas

Fue justo cuando se le andaba negando el triunfo ante un deslucido lote falto de fuerza como prevaleció esta vez en Los Encinos. Si Alejandro Adame se llevaba la Oreja del toro al confirmar alternativa y si Diego Silveti lograba Dos era secundario, Un 65 por ciento del máximo coso pedía a coro el toro de regalo y a Enrique no le quedaba otra que brindarlo en agradecimiento a tanto conquistado cariño.

El de la complacencia estaba marcado a fuego con dos guarismos, por nombre, “Indiano” y con 505 kilos de romana: Cuatro Verónicas de sello propio al recibo, quite con mismas suertes, salida al tercio de Fernando García brindada a su padre al anunciar su retiro, cuando de pronto saltó al ruedo un espontáneo pegando tres Naturales de los que calan.

Y ha sido el matador quien lo librara de jalones y golpes de las asistencias; después del incidente “Dejarme solo”: Tres Naturales devolvieron el ánimo. Pases por delante para amainar el flameo de muleta por fuerte viento y paulatinamente se fue entregando ese Séptimo. Y ya sabrá usted que cuando en el ruedo se reúnen Elegancia, Finura y Estética es que está toreando  ¡Enrique Ponce!

Sí la ventisca adhiere la tela al cuerpo, pues ahí aparece la capacidad de improvisación: con toreo hacia los adentros y Molinete invertido. Amainado el temporal no ha sido necesario empapar la muleta como lo solicitaba el griterío; El lo sabe dictada la corazonada. Poncinas, su obra en flexión y únicamente para paladares exquisitos.

Así lo reflejó, bajo las notas de Las Golondrinas bajo un estrellado cielo de luces celulares y palomas blancas agitadas al solicitar la premiación. La última y nos vamos. Espadazo en buen sitio y a culminar la mexicana fiesta con “El Rey” entre acordes de mariachi. Y cómo olvidar el paseíllo:

Honores a la bandera desplegada a la mitad del ruedo por elementos de la fuerza, cuya banda ha reunido en coro más de 25 mil almas orgullosas al entonar el Himno Nacional en la plaza más grande del mundo, donde tres colores, los nuestros, enmarcaban la leyenda Enrique Ponce Hasta Siempre, la México en firma.

Dos Orejas con salida espectacular a hombros clamaban el consagratorio grito de “Torero Torero” más allá de la puerta de El Encierro. Honor a quien honor merece. ¡Adiós Maestro! Ahí queda el toreo de desmayado cuerpo, el que embruja relajado, despacioso, lentoso y calmoso.