Querida lectora y lector de estas breves notas taurinas, les saludo siempre con el gusto de compartir la opinión del segundo festejo novillero de la temporada 2022.

El cartel de hoy contaba con el atractivo del encierro de José Julián Llaguno y por supuesto la participación de 3 alternantes jóvenes cuyo factor común fue mostrar la ambición y el hambre taurina de triunfar en está difícil profesión.

Hicieron el pasillo José María Mendoza en grosella y oro, así como Julián Garibay en un terno Marino y oro, y el más joven de ellos en edad y trayectoria, Carlos Luévano en blanco con pasamanería negra, este último en su segunda novillada con picadores y sobrino del extrañado José María Luévano.

Sin embargo, el gozo se fue al pozo, ya que de los 6 ejemplares que saltaron el ruedo solamente el corrido en cuarto lugar se prestó al lucimiento.

Los de José Julián Llaguno tuvieron una presencia algo dispareja y en términos generales cumplieron con edad y trapío -incluso el cierra plaza con 465 kg y con toda la pinta de un toro hecho y derecho-.

De acuerdo a lo planteado líneas atrás hay que resaltar la actuación de José María Mendoza. Este último ha podido aprovechar la condición manifestada a cuentagotas de bravura y nobleza del segundo de su lote para ir entretejiendo y elaborando una lidia con muleta muy interesante, con un toreo de sentimiento y clase; pinta para ser un novillero artista, con mucha cabeza y valor.

A diferencia de otros jóvenes que tienden entregarse más fácilmente a las faenas pensadas para el tendido, Mendoza dio muestras de entender el toreo con categoría y persiguiendo siempre el desempeño estético.

Tras una ración de acero que no tuvo efectos recurrió al descabello y un ningún momento se mostró desubicado o apresurado e incluso nervioso lo que dio señas de que la plaza no le pesó.

Una faena que debió no pudo ser coronada con el estoque concluyó en una muy bien ganada vuelta al ruedo.

Julián Garibay tuvo algunos detalles buenos, sin embargo, su lote no le permitió mayor lucimiento, incluso, en su segundo, un novillo ya muy cuajado en toro y con peligro, se le puso a prueba el valor al pisarle terrenos comprometidos.

Por último, Luévano con el novillo más grande del encierro -de 465 kg- pudo torear por derecha y por izquierda con buena distancia y lucimiento.

No tuvo suerte con la espada y tampoco con la puntilla de manera que todo quedó en algunas palmas, más ha dejado un buen sabor de boca.

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