Va con el apoyo de la empresa (Rafael Herrerías), que le da trato de figura, dentro de las primeras corridas de campaña; cartel importante, al lado del hijo del torero espejo de España, Manzanares, máxima admiración de los actuales que jalan el carro: Ponce, Juli, etc.; sin abrir festejo, por la alternativa a “Calita” y con ganado de garantía, Julio Delgado, preferido por Eloy y el propio Ponce.
Si con todo este marco, Manolo no se decide a impregnarle alma a sus bastos conocimientos, pues no ve de qué otra manera pueda levantar nombre. Su técnica es de admirar, por la facilidad en el manejo de sus avíos (capa, banderillas y muleta) y conocimiento de terrenos.
Sin embargo, a partir de este 22 de noviembre, pasan a la historia sus antecedentes triunfales con ganado de Manolo Martínez (novillo y toros de indulto y rabo), las dos temporadas de encumbramiento a raíz del jueves taurino con “Costurero” de Garfias y los destellos aislados que no han encontrado solidez reciente.
Alma, cuerpo y espíritu; no más.
Manzanares es hijo de tigre, nacido con ese “Don” natural, que no requiere pose para instrumentar faenas, manejar la muñeca y caminar en el ruedo. Es como adueñarse del escenario, llenarlo y hacerlo suyo, porque emerge de los adentros el llamado duende. Ese que retribuye, como eco, lo hecho; simplemente, repercute.
Si bien ligar los pases es determinante en la construcción de faena, en José Mari hijo hay una gracia especial al presentar la muleta entre pase y pase por el movimiento rítmico de la aflamencada mano. Ahí hay vida, vibra y emoción, independientemente del sellar con la espada. Aquí, en la México, hay pruebas resonantes.
Javier Tapia hijo es el reto a hacer valer tres actuaciones en Sevilla y dos en Madrid; lo torero lo trae por la sangre de su padre, “El Cala”; el otro gen, por la madre, andaluza, esencia mezclada de alegria y gitanería. Todo a una tarde, por el desconocimiento ante el público, pero una sorpresa puede cambiar la moneda.
Los de Julio Delgado obedecen a a la característica de muñecos, escogidos por el propio veedor, Mejía, tal y como lo hiciera lpara la noche del 7 de octubre de 1993 con los de Garfías, al bordar a “Costurero”, a la luz de las lámparas. Y si no se encandila, estaremos hablando del Mejía resurgido; lo otro, el mismo lo sabe.