Y festejó toreando tres toros a puerta cerrada de la ganadería de La Muralla, dos de ellos regulares y uno se dejó.

Sebastián vestido de luces y su tío el matador César Ibelles de charro, afinaron detalles de su técnica.

El joven novillero a pesar de tener siete meses sin ver un pitón, se le vio con oficio, sitio y sobrada vocación, listo para cualquier compromiso que pueda surgir una vez restablecida la actividad taurina.

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