Gran colaboración tuvo el ganado de La Cadencia, de buena presencia y mejor juego, propiedad de Don Ramón Huerta, al final ovacionado en los medios de la plaza.
Rodrigo Hernández, en su larga lucha por sobresalir, abrió el festejo, ante un ejemplar que le regaló la primera serie por derecha, lucida, tras un quite vistoso por Chicuelinas; después se refugió en tablas y se acabó el encanto de pinchazo y entera valiéndole las palmas.
Aire, espacio y distancia bosquejaron el toreo de capa de Carlos Peñaloza en pintureras Verónicas. La faena tuvo intensidad en la muleta con destellos por ambos lados, pero en cuanto se quedó corto el novillo se presentaron las dificultades para matarlo. Cuatro viajes con la espada a cambio de un aviso, aun así hubo salida al tercio.
El poder y decisión de César Ibelles nos regalaron la gracia de parar con la capa al novillo en lances medidos, ajustados. La estructura fue a más al instrumentar un toreo de recorte, ganando espacio, en Doblones rítmicos dejando ver la largueza de un recorrido.
Esos cinco Derechazos rematados por ambos lados impactaron el crecimiento torero de un joven de grandes alcances de un año para acá. Y lo mejor de su faena, una tanda en redondo, recobrando la embestida cuando el toro se abría, para meterlo nuevamente en vereda y rematarlo por alto.
Ya lo de la espada pasa a segundo término cuando los destellos opacan pinchazo y descabellos hasta sonar dos avisos, pues el buen sabor se queda.
Y cosa rara, Manolo Sánchez Mejías con el mejor novillo, anduvo entre desarmes, enfrontilamientos y revolcones, a falta de oportuno toque y mando, pero sorprendió al entrar a matar sin muleta y con el efectivo estoconazo cobró el apéndice.
Así es esto del toreo, la espada cuenta.