José hijo no es el torero chabacano que se pone de rodillas para instrumentar la Larga Cambiada, lance despertador de ambiente. El sabe para que está hecho el capote: lancea cuando hay claridad de embestida, de lo contrario, a recoger al toro, sin forzarlo en busca del desengaño.
Con la muleta hay un muñequeo aflamencado para unir pases y proyectar derechazos y naturales, con vistosos remates hacia los adentros con Trincherillas o el sello de Pecho echando por delante al toro.
Caminar, también tiene la gracia Manzanares; lo trae de su padre. Y ambos encontraron la fórmula para hacer de la suerte de matar dos cosas: colocación y efecto.
“Yo tenía el problema de que al tirarme con la espada, se me iba de lado si entraba con la curva de la muerte de frente. Fueron muchas las ocasiones en que dejé ir triunfos por fallos con los aceros”.
Dice el chico que lo observado fue es materia de estudio por él y su padre hasta que por fin encontraron el camino correcto.
“Después de tanto estudiar la manera, se nos ocurrió probar tomando la espada de canto, apuntar, y cuando encontramos la muerte, doy un pequeño giro para que la curva entre por derecho. Es un movimiento en pleno viaje”.
Esta es la fórmula Manzanares que tiene a José Mari como uno de los toreros con mayor número de orejas cortadas en España.